ÁNGELA FERNÁNDEZ PALOMA

Escritora grupo ALAS www.alasescritorasyarte.com

domingo, 29 de julio de 2012

EL SILENCIO DE DIOS                     
              Muere en Ti todo cuanto se recibe, 
              y solamente en Ti, la verdad vive.
                                              QUEVEDO.
              
                   I

Largo es el camino del amor
y juro que la lealtad me acompañará.
Me ungiré con aceite de sabiduría
y me lavaré con agua de vida.
Me proveeré de todo alimento del alma.
Las espigas están granadas
pero «la cizaña habita entre ellas.»
Estrecho es el sendero del bien
y ancho el de la discordia.
El tormento se apaciguará
cuando las ruedas del molino
trituren el último grano de trigo
y el viento de la maldad
anide en el desierto.


                                                  II

                            Es evidente que el sol calienta al oasis
y que el fruto madura.
También es verdad que en la justicia
se purifica el hombre.
Los deseos se acercan al pecado,
mientras el alma se eleva.
El justo atraviesa la adversidad
como el agua corre por el río.
Nunca vuelve atrás
y siente su impotencia al deslizarse.
Así yo, un ser lleno de imperfecciones,
suplico clemencia.
Deseo, Dios mío, que me señales
el verdadero camino.

                   
                       III

Es difícil saber cual es la luz de la verdad
en este tiempo en que la vanidad te acecha
en cada momento.
Líbrame, Señor, de caer
en la trampa de la tentación.
Que mi alma se purifique
en la hoguera del sueño.
El jilguero canta por naturaleza
así como el hombre ansía el poder.
Haz, Señor, que yo sólo
ansíe tu gloria
y me bañe en el mar de los justos.
Sólo así sabrá quién me guía
y sentiré el gozo de lo auténtico.




                       IV

Todo el mundo puede
meterse en el río y quedar lavado.
Pero hay algo que es difícil de limpiar.
Ni un rey es capaz de hacer llover
con todo su poder y riquezas.
Porque hay cosas que no
se adquieren con oro
y lo que se consigue es pasajero
como el viento que no se queda ni detiene.
Solo tú, mi Dios, quedas para siempre
y haces que renazca la vida
en lo mas profundo del ser.


                        V

Por eso necesito un poco de tu aliento.
Me alimentaré de tu soplo divino
y así no sentiré el vacío eterno
No escupiré porque la saliva
me puede caer encima
y se manchará mi traje nuevo.
No hay sacrificio sin recompensa.
La vejación es dura, pero al final
el silencio estará lleno de paz.


                       VI

                            La traición acecha en cada esquina
y la duda agita el pulso.
Mas no pienses en mañana
que todo vendrá rodado.
Como la flor del almendro
que se deshoja para granar el fruto
todo está escrito.
Para qué preocuparse.
Sólo me apoyaré en Ti,
mi verdadero y único Dios.


                       VII

Volverá la primavera y el campo estará
preñado de amapolas.
Pero la envida paseará entre ellas.
Haz, Señor, que yo me pasee por el barbecho.
El cantueso y el tomillo perfumarán
mi corazón, ansioso de esperanza.
El descanso de mis sentimientos
reposará en Ti y sólo así
sentiré la felicidad tan ansiada.


                       VIII

La sabiduría hace que el hombre
se encuentre así mismo
y huya de las pasiones de lo insulso.
Haz, Señor, que mis sentidos estén alerta
y que no me invada la soberbia.
Es sabido que todo será dado por añadidura.
Al principio se hizo la luz
pero también se hicieron las tinieblas.
Sólo quiero, Dios mío, salir de la oscuridad
y encontrar un venero de agua viva
para sumergirme en él.
La espera agita mi corazón
y brota la impaciencia.
Señor, dame valor para gritar
antes que el encanto se desvanezca.
El rastrojo arde con facilidad.
Haz, mi Dios, que el fuego de tu amor
arda en mí y dé sentido a mi vida.


                       IX

El maligno no duerme ni un momento.
Así como las cenizas del orgullo
las aviva el viento y se hace de nuevo la hoguera.
Esperaré que venga la aurora
para emprender el camino.
A veces vacilan mis pasos desconcertados
pero la fragancia de tu presencia, oh Dios,
me hace despertar de mi letargo.
Tenebroso y desolado es el sendero
del que en Ti no cree.
Haz, Señor, que mi fe permanezca
como el murmullo del mar y no se extinga.


                           X

 No se hace el pan sin levadura.
 Yo no quiero, Señor, que a mí me falte
 la levadura de tu palabra.
Aunque me agobie el peso de las sombras
caminaré descalza sobre las arenas calientes.
No hay mariposas sin alas
ni luciérnagas que no alumbren la noche.
Así yo quiero oír por siempre
el susurro del viento
y sentir tu ternura infinita.   


                               XI

Las semillas están sembradas.
«Algunas se las comerán los pájaros
y otras caerán en mala tierra.»
Haz, Señor, que mis sentimientos estén propicios.
No permitas que la codicia me domine.
¡Oh Dios mío! que mis ojos ciegos recobren la vista
y mi alma sedienta apague la sed.
No quiero lamentarme. Ni vivir en el silencio.
Cumpliré tus deseos.
Mi timidez ha hecho que titubee,
pero están mis palabras hambrientas de sosiego.
Sólo Tú, mi Dios, eres único alimento de mi alma
y la tranquilidad verdadera.


                              XII

                            El sentimiento hace que no seas libre.
No se puede sentir amor
si tienes rencor en tu corazón.
Yo quisiera que la armonía
me envolviera por siempre.
Líbrame, Señor, de las tinieblas
y de la duda que envenena el alma.
Haz que el secreto de la humildad anide en mí
y haga que me sienta viva.
Sólo así tendré la fortaleza para seguir
el largo y pesado camino.
Que mi espíritu se libere
de las ataduras del cautiverio.
Así mi Dios, viviré en Ti.


                        XIII

Es pequeño el fruto concebido,
pero pequeñas son las motas de polvo
y lo invaden todo.
Haz, Señor,  que mi espíritu
viva limpio.
El remordimiento es como el polvo
y devora por dentro.
Dormida se quedó la esperanza
y las conciencias se oxidan.
Oh Dios, que mi alma herida sane
y despierte en la verdad.
Que oiga tu voz
en la soledad de mi destino.


                       XIV

En el camino se penan
las faltas cometidas.
Oh, Dios, que mis pecados
sean transfigurados.
Protégeme de caer en el engaño
y del suplicio del perjuro.
La tolerancia es el bálsamo
que apacigua la aspereza de lo injusto.
Haz que sea yo digna.
Que todo sea alabanzas
hacia Ti, mi Señor.
La mentira y la cobardía
se ocultan entre las sombras
y la calumnia crece
como la mala hierba.
Dios mío, que de mi boca
sólo salga la palabra justa.



                       XV

Caminaré ligero
sin el peso de lo prohibido.
Me has liberado, Señor, de las cadenas
de lo absurdo.
La inocencia permanece
por siempre sin ataduras.
Quién soy yo, mi Dios,
sin tu voluntad.
Líbrame de las garras
del perverso.
Hay tempestad en mi corazón
y no quiero caer en el torbellino
de las aguas y ser arrastrada.
Oh Señor, que mis labios
no te ofendan.
Dame fuerzas para renacer en Ti.
Sola estoy, mi Dios, con tu silencio.


miércoles, 11 de enero de 2012

               PÁJAROS EN VUELO


Sus labios encadenados deshojan
el silencio,
y los cuervos de las horas, pasan
indiferentes.
Fueron palabras desgranadas
en el tiempo,
reflejo de esa llama que perdura.
Y los recuerdos se balancean
como dulce sinfonía de pájaros
en vuelo.
Aún hay esperanza en los sueños,
porque el fuego del pasado, aparta
las tinieblas
de esta triste despedida.

                                    
                                 Te echo de menos hasta pronto hermana.


                                          ÁNGELA FERNÁNDEZ PALOMA

EL ÚLTIMO LATIDO


Me asombra la belleza de este mundo.
De mis ojos emana la ternura
y sueño cuando vuele mi alma pura
descanse en el silencio mas profundo.

Que el dolor es infierno tan rotundo,
de tristeza descarnada y tortura,
que pierdes por momentos la cordura
y se escapa la vida en un segundo.

Las sombras de la muerte ya han llegado
y se abrazan a mi cuerpo que esta herido
y me arrancan el aliento de un gemido.

Los pájaros desnudos ya han volado,
impregnados de mi último latido,
llevan la esencia de mi amor fundido.



                                    
                                      ÁNGELA FERNÁNDEZ PALOMA

lunes, 9 de enero de 2012

Pintura de Ángela

Pinturas de Ángela



ANTONIO AGUILAR PRESENTA LOS CUENTOS DE ÁNGELA

PRESENTACIÓN DE ÁNGELA FERNÁNDEZ PALOMA (autora del libro Los cuentos de Ángela) EN EL SALÓN DE ACTOS DEL MUSEO DEL PATRIMONIO MUNICIPAL (martes, 27 de abril de 2010)




ANTONIO AGUILAR



Buenas tardes y gracias por vuestra presencia. Gracias también, y mi enhorabuena, al Área de Igualdad del Ayuntamiento de Málaga (en la persona de Gemma del Corral) y a la Asociación de Mujeres por la Literatura y las Artes (ALAS) (en la persona de su presidenta, Aurora Gámez), por el magnífico trabajo que han venido desarrollando a lo largo del tiempo.

Yo conocí a Ángela hace ya casi veinte años. Quizás ella no lo recuerde, pero en aquel momento estaba aún muy reciente la pérdida de un ser muy querido para ella. Aquella tarde, al hilo de la conversación, Ángela no pudo ocultar sus lágrimas y su dolor en varias ocasiones. A pesar de ello, de su aparente fragilidad, yo vi, detrás de aquellas sentidas lágrimas, a una mujer fuerte, muy fuerte. Pero también mucho más. Primero, unas enormes ganas de vivir que se le escapaban casi sin ella quererlo, y después, la curiosidad, su enorme curiosidad. Por la vida, por los demás, por el arte, por la literatura… Y esa curiosidad y esas ganas de vivir han hecho que Ángela se haya dedicado a tantísimas actividades diferentes.

Porque Ángela es pintora, aún más, una estimable pintora que ha sabido trascender el autodidactismo y el dominio de la técnica para llegar a explorar nuevas formas de ver la realidad. Fruto de ello es este precioso “Jarrón con flores” que ilustra una antología de poesía femenina titulada Amarillo de Nápoles y publicada por la Antigua Imprenta Sur en 1995. Un lienzo en que puede verse ya esa pincelada algodonosa que tan bien caracteriza su pintura.

Pero hoy estamos aquí para hablar de la Ángela escritora. Tan curiosa y aventurera como en sus otras facetas.

Ángela escribe poesía, pero también escribe prosa. O quizás sea al revés, Ángela escribe prosa, pero también escribe poesía. Tanto monta, monta tanto.

Yo conocí primero a la Ángela poeta. Fue en aquellas actividades organizadas por la añorada primera Asociación de Mujeres Kartio. Celeste, Pepita, Encarnación, Paquita, Lola, Rosa y tantas otras mujeres llenas de ilusiones. Fueron muchas tardes de risas y trabajo, reuniones literarias y cacerías de fantasmas. Y también tantos libros conjuntos.

La labor como poeta de Ángela es bien conocida por muchos de ustedes, pero a mí me gustaría recordar algunos títulos y su rapidísima evolución. Desde el popularismo, la asonancia y la estrofa arromanzada de los primeros poemarios, De tu mano o Luciérnagas en la noche, hasta el endecasílabo y las resonancias becquerianas presentes en El olor de la retama y Vuelos de paloma. Y también el verso libre, que cada vez hace más fluida la expresión. No voy a citar más títulos ni premios (muchos) porque cualquiera puede consultarlo en la nota biobibliográfica que abre el libro de cuentos, pero sí me gustaría recordar dos poemas que a mí me gustan especialmente y que ilustran mejor que cualquier análisis las preocupaciones poéticas de Ángela. Ambos tienen algo en comun: ese verso final que, como un faro, acaba iluminando el poema.

El primero se llama “Rosas rojas” y pertenece a su libro Vuelos de paloma (1994). Son los vuelos de los recuerdos, las emociones y sobre todo de las reflexiones. Un poema breve, de apariencia sencilla, pero que esconde un pensamiento hondo, profundo y feliz.

ROSAS ROJAS

                            Para Alicia

Sobre la mesa, el jarrón.
Aquel que siempre estaba lleno de flores.
Rosas rojas.
Apenas si puedo recordar…
La noria del tiempo giró
demasiado deprisa.
¿Eran rojas las rosas?
Sí, tenían que ser rojas.
Estaba enamorada y brillaba el sol.
Cuando se ama, siempre, aunque llueva
brilla el sol
y las rosas son rojas.

El segundo pertenece al libro colectivo Rosas de papel, que reunía poemas de siete mujeres de la primera Asociación de Mujeres Kartio. Aquel volumen, tan cuidadosamente editado por la Biblioteca General Corona del Sur, llevaba un prólogo donde se introducía a la lectura de cada una de las poetas. Las referencias a Ángela (que publicaba un grupo de poemas bajo el título unitario de La forastera) decía:

“Ángela Fernández Paloma nos propone en La forastera un conjunto de instantáneas fotográficas y recuerdos de viajes que, conforme avanza el poemario, se convierte en un viaje interior. La poeta, exiliada del mundo, ha de recomponer su vida uniendo los fragmentos dispersos, desde los recuerdos de la infancia en “Jardines de Vistafranca”: Se oculta agazapado, destilando amarguras / este jardín perdido que habita en mis recuerdos, hasta la melancolía que tiñe el valle o el viejo cementerio.”

Y es que la poesía de Ángela ha sido capaz de aunar la melancolía con la esperanza, el recuerdo con la alegría, el poema de cadencia popular con los más alambicados recursos estilísticos, como aquel atrevido pleonasmo/politote de gran fuerza plástica: Los sueños sueñan soñando.

MIS MANOS

Para Antonio Aguilar

Son mis manos
mariposas solitarias en ingrávido silencio.
Desgarrados abanicos
que perdieron sus latidos en el gris del horizonte.

Estas manos cansadas y vacías
ya no cogen gaviotas en un sueño inacabado.
Ni se bañan en los mares de amapolas.
Sus huellas se sumergen
en el barro de la ausencia.

Afiladas, doloridas, estas manos
se esconden en rincones de delirios
y recuerdan aquellas olas
que se fueron un instante.

Mis manos ya no sienten las caricias de otras manos.

Pero hoy estamos aquí para hablar de la Ángela prosista, la autora de estos Cuentos de Ángela, un libro precioso (como objeto y como contenido) aparentemente dedicado a los niños y felizmente ilustrado por José Manuel Jurado Bueno, nieto de Ángela.

El volumen recoge ocho cuentos que son también ocho fábulas tradicionales (en el sentido dieciochesco: historias breves, en prosa o verso, de las que puede extraerse una enseñanza moral). Y ese sentido dieciochesco, didáctico y moral, pero también pragmático y generador, está en la base de ALAS y en la de estas fábulas. Porque Ángela ha ido un poco más allá, ha ampliado el término y ha actualizado las reflexiones. De esta manera, estos cuentos son doblemente transgresosres, porque reivindican el ejemplo y la enseñanza moral y porque amplian el término; y no son tan infantiles como pueden parecer en una lectura apresurada, ya que acaban convirtiéndose en un espejo de las preocupaciones y problemas de la sociedad contemporánea.

Desde el problema de la vivienda, del que se ocupan “Los hermanos grillos”, hasta la importancia de la buena educación (con el hemoso ejemplo de “Paula”), sin olvidar las estrecheces con las que tiene que vivir/lidiar la “mamá ciempiés”. Pero son los dos últimos cuentos/historias las que dan un paso más allá y se atreven a ser políticamente incorrectas. Hermosísimo y terrible ejemplo es ese “País de las haches”, una reflexión acerada y certera acerca de la importancia de la cultura. Todos convenimos en que (y es cierto) la cultura es fundamental para la sociedad, pero ¿nos hace mejores?, ¿más amables?, ¿más tolerantes y comprensivos? Ángela no acaba de estar segura. El niño protagonista del cuento aprendió a poner muchas haches

“Pero conoció a otras personas que sabían colocar más haches todavía. Y luego, otras que incluso ponían muchas más. El que sabía poner más haches de todos, les decía a los demás: “Sois unos ignorantes incultos porque no sabéis poner todas las haches del mundo.”

Ante tamaña soberbia, el niño encontrará el camino de la felicidad, pero no os voy a desvelar el final de la historia.

Pero quizás sea “Atila” mi cuento preferido. Por su sencillez. Por la emoción que encierra. Y porque tiene muchas lecturas. Como los brevísimos cuentos de Augusto Monterroso. Yo lo subtitularía “Elogio de la diferencia”. Porque Atila es un perro al que su mamá adoptiva le ha tejido un abriguito de lana verde. Y está tan raro y extraño que ningún perro quiere jugar con él. Pero eso no le importa, porque es un perro feliz. Y esa es la lectura final de todo el libro, una esperanzada moraleja: “A pesar de todos los pesares, la felicidad es siempre posible”.

Gracias, Ángela, por tu dedicación, tu fortaleza y tus ganas de vivir. Termino con un último poema tuyo del libro unitario Los latidos del tiempo:

MIS VERSOS

… Y moriré algún día,
me iré con el alma
llena de temores.
Cuando cruce
la puerta del misterio,
dejaré mi traje abandonado,
y un puñado de versos
esparcidos en el aire.

Muchas gracias a todos.





                                                           Málaga, primavera de 2010